La loquita
La loquita estaba pensativa, sentada sobre una de las bancas del patio mugriento del Sanatorio Municipal. Se tambaleaba así, justo como se tambalean las locas. Ahora también se clona la locura.
En una carta la loquita se había explayado, mágicamente su mente se volvía lúcida cuando escribía, pero cuando escribía cartas, no más. Era hábil. Contaba sus desdichas y hasta los indiscretos enfermeros del sanatorio experimentaban esa sensación de pena malsana hacia la pobre desvalida.
"Espero que comprendas lo que otros no han entendido. Me siento al borde de la locura, siento en este sanatorio la desdicha más grande del mundo. No me voy a cortar las venas, no te preocupes. Esos asuntos no van conmigo. Yo soy gente de otra clase, enfrento lo mío con valor. Pero claro, no soy de palo, sí, soy la incomprendida, la asediada. Burlada por ti. No te atrevas a contradecir mis palabras porque ahí sí que me las corto...las uñas, las venas ya dije que no...”
En fin, de todos modos se le notaba la locura.
¿El destinatario? No contestaría.
Alguna vez la loquita había soñado con dinero, perros, viajes, amor… en todo caso, con una tradicional vida de telenovela. Pero se le truncó el sueño por cosas que sólo el destino por caprichoso o justo podría decirnos.
Ella pensaba en su próxima carta entristecida, pero con su toque innegable de orgullo y como toda loca, se mecía agitadamente sobre la banquita sucia mientras que, entre sus piernas, hacía un excelente trabajo el interno del cuarto 35.
3 comentarios:
Wow ese final me agradó un montón!!
Me encanta esa manera cruda de expresar las cosas.
Creo que todos somos un poco loquitos, impecable la resolución en que desembocaste el cuento y el panorama que en pocos lineas has pintado, me gustó el personaje de la "loquita" todo en cierta forma somos iguales.
Será ligth como dices, claro que sí, es pura estrininina ligth!
Buen relato, sucio, desesperado.
Publicar un comentario