La víctima
Solía levantarse tarde. Disfrutaba de las madrugadas frías y lluviosas. No podía acostarse temprano porque su vida nocturna le enseñó a su cuerpo que dormir es un privilegio que se asume después de las 2 de la mañana.
Sonó el despertador, 10: 15 a.m.
-Maldito.
Levantarse le pareció un sacrificio de oro. No se lavó los dientes de inmediato porque tuvo que atender el teléfono.
-¿Seguís con lo mismo?
-¡No pienses que me vas a dejar así!
-Ya me tenés harta, Rubén. No te quiero ver, ni volver ¡entiende!
Colgó.
Mariana pensó que Francis era su destino, pensó que amarlo la sacaría de aquella vida de ramera en la Calle 33. Pero ascendió a chica de Club nocturno.
No ganaba mucho en las calles, por eso cuando Francis le prometió el protagónico en una de sus películas ella se creyó la historia del dinero, la fama y la buena vida. Sin más problema pasó a ser su puta personal. Pero el tiempo pasaba y no podía seguir sin trabajar. Así que Francis le ayudó a entrar al Club, gracias a que el dueño, Rubén, le debía un favor. Su jefe la trataba mal, sobre todo porque ella se negó a ser su consentida desde el inicio.
Los clientes siempre fueron unos cretinos. Algunos la golpeaban, porque el Club era uno de esos, de quinta calaña. Ni seguridad, ni respeto, ni dignidad que la motivaran a levantarse antes de las diez de la mañana.
Su cliente preferido era Paul. Aquella voz serena y aquel pecho absorbente la volvían loca. Era el único con el que se permitía sentir placer. Con los otros nada más era máquina, cosa, un ser insensible.
La primera vez que estuvieron juntos, le levantó la falda turquesa mientras ella se apoyaba furiosa contra la puerta; desde un principio no pudo controlar la situación. Luego de varios minutos de tratar de hacer su “trabajo” se dio por vencida y se dejó arrastrar por aquella lengua húmeda y palpitante entre sus piernas. Ese día supo que sí podía sentir.
Paul era viudo y como jefe de policía se dedicaba a mantener el orden en la Calle 33. Así conoció a Mariana.
-Tenés nombre de santa.
Mariana soltaba una carcajada seca mientras apoyaba sus manos sobre aquel pecho, que salvaje, se agitaba entre movimientos convulsos.
Las 12:05 del día. No pensaba en otra cosa que no fuera Paul. Se había puesto furioso porque ella había vuelto con Francis. Él no entendía que éste le había propuesto un protagónico en El Pervertido, su nueva película de segunda. Solo volviendo junto a él se aseguraba el papel. En todo caso, ella no tenía que explicar nada. Pero los constantes ataques de celos de Paúl la tenían con mucha ansiedad. Recordaba la conversación que hacía dos noches habían tenido.
-No juegues conmigo.
-Soy libre, Paul.
-No sos libre de mí. Hay cosas que es mejor no haber tenido, como a vos.
-Olvídate de mí.
-Vos no te vas a olvidar, júralo…
Sabía que era capaz de todo. Tenía poder e influencias. Se cortó, el cuchillo estaba recién afilado.
-¡Mierda!
6 :00 de la tarde y su zapato rosa no aparecía. Se hacía tarde para llegar a su nuevo trabajo así que se puso los negros. Salió angustiada porque hacía dos semanas la habían asaltado. Sabía quien era el tipo, Sergio, un joven sinvergüenza de la zona. No asaltaba más que para comprar sus porquerías malsanas. En los callejones de la Calle 33 se rumoraba que tenía pactos espantosos con el mal. Mariana no era mujer de supersticiones o creencias, pero sabía que un cretino como él podía hacerle daño.
Entró a la tienda, tomó una Coca-cola, la bebió sin prisa y se colocó tras el mostrador. Trabajó hasta la una de la mañana. Casi a dos cuadras de su departamento la interceptaron dos tipos:
-¿Otra vez?-Preguntó indignada al reconocer a Sergio
-Shuuuuuuuuuutttttt
La tomaron de los brazos, el otro tipo estaba enmascarado. La llevaron al fondo del callejón y la amarraron contra un tubo enorme que bajaba de una azotea. Mariana estaba aterrada, supo que la situación sobrepasaba la idea original de un robo.
Sergio la desvistió mientras el otro tipo observaba. Manipuló con sus manos las tetillas frías de Mariana y la violó en medio de la oscuridad y los vanos gritos de auxilio. Sergio parecía extasiado y lunático; olfateaba el cuerpo de la joven marcando con arma blanca la suave piel de la víctima. El segundo hombre parecía inquieto pero en ningún momento intervino.
-Quietecita mamacita. Ahora sí que vas a quedar bonita.
Y le marcó todo el cuerpo con heridas profundas.
Un indigente la encontró casi muerta la mañana siguiente. Su cuerpo mutilado tardó meses en mostrar recuperación y el hijo que esperaba no resistió la ira del ser y murió antes de ver la luz.
Así que lo planeó todo. A Francis lo visitó primero. Tocó la puerta y nada más fue verlo para abalanzarse sobre él con un cuchillo pequeño, pero hábilmente afilado.
-Veintitrés heridas, comandante- Indicó el forense.
Veintitrés cortes mortales por veintitrés meses de soledad absoluta, por abandono, por hambre, por llamadas ignoradas, por un protagónico a la mierda, por despecho.
Nadie la vio salir, de todos modos no mostraba abiertamente las cicatrices de su cara ni las del cuerpo. Andaba siempre una gabardina enorme y unos zapatos negros.
Gracias a una excompañera del club contactó a Sergio para un “trabajito”.
Lo citó en aquel mismo callejón sin salida.
-Mucho dinero a cambio de verlo morir frente a mis ojos.
12:00 media noche. Frente al departamento del teniente Pérez sintió una sensación indescriptible de desánimo. Entraron sin mayor problema. Sergio se sentía animado por el aspecto desgarrador de la mujer y por su determinación macabra de muerte.
Sorprendieron a Paul dormido en el sofá. Mariana experimentó por un momento un deseo enorme de asesinarlo con sus manos y abortó la idea original. Entonces, Sergio lo ató de manos y piernas. Lo amordazó y le quitó la ropa.
Mariana se desnudó frente a los angustiados ojos de Paul y la mirada atónita del delincuente. Parecía un monstruo, marcada por el dolor y las heridas de su propio ayudante.
-Tenías razón, jamás voy a olvidarte.
Lo besó mientras contorsionaba su trasero de niña perversa. Sergio observaba.
Ella se posó sobre Paul y deslizó la lengua húmeda sobre su pecho. Recordó la intensa excitación que le producía el simple tacto de la lengua de Paul retorciéndosele entre las piernas. Él parecía desesperado y pretendía entre la mordaza, suplicar por su vida. Ella no atendió ninguna de sus expresiones. Tomó un cincel y empezó a hundirlo con furia en el vientre de Paul. Una y otra vez, duro y potente, duro y amargo, duro y profundo… cada cincelazo era una gota de venganza y parecía no saciarse con nada. Sergio se excitó al verle el cuerpo desnudo y las cicatrices salpicadas de sangre espesa.
No lo pensó dos veces y la poseyó sin misericordia sobre la sangre de Paul que ya era charco en el suelo. Gemidos ahogados y absurdos irrumpieron el ritual de la venganza y la muerte.
-Maldita asesina.
-Colócate abajo.
-Sigue puta, sigue… no pares.
-Desgraciado ni siquiera te acuerdas de mí.
-Sigueee mamacitaaa… sos una asesina, no pares…
Así violentaron la alfombra toda la noche.
Agotados despertaron antes de las 5:00 de la mañana, entre sangre y fluidos confusos.
Había madrugado y no estaba de humor. Tomó el cincel y lo amenazó…
-¿Ya te acuerdas de mí?
-.Cómo olvidar esas tetitas.
-Ya te tocará a vos, hijo de p…-mientras le apretaba el cincel a la yugular.
-Calmadita mamacita, lo que no entiendo es la muerte de este miserable policía.
-Por cobarde… por no mostrar la cara.
-Estás equivocada, a este hombre nunca lo he vito en mi vida…
Sin previo aviso, le enterró el cincel hasta que ya las lágrimas no le cupieron en el pecho.
Y como una desposeída de todo entendimiento se marchó rumbo al Club, en busca de su nueva víctima.
5 comentarios:
Coño chama!! Que bueno chita, de verdad, que meirda que no vivas en Belén o alrededores, por que sin duda saldrías en la antología que estamos por publicar, y maxime vos que sos mujer (bella, brillante, tierna, humilde) es lo que necesitamos y no creas que cuando yo llegue al paraiso querida Dimas, estaras conmigo en la gloria. De verdad me gustó el arrebato feminista que posee el final del cuento, aunque te confieso a veces se me hace extenso, lo cual no es malo, si esta en papel, pero la verdad el final esta crudo y el cuento comun en vos muy muy bien escrito.
esto es una novela aserruchada con poca delicadeza. una poca delicadeza característica, que solo recientemente vine a entender. creo que es una sucesión no tan continua de hechos concretos descritos de forma muy detallada, pero entre contextos y tiempos difusos. usa el mismo recurso que otro cuentito que leí hace no mucho ... el de la putita al teléfono, sin embargo es muy bueno. yo digo que ud, amigaza, tiene una capacidad descriptiva asombrosa, que ya envidiaría un cortulazar o un alvarado. bueno, un alvarado sé que la envidia sanamente, y mas que eso, se siente orgulloso de ella. pero volviendo a las letras ... demasiados personajes para tan pocas lineas, y citando a maestro aristidemo .. "podría construirse toda una historia a partir de ..." ... cualquier pequeña idea que UD lanza con un muy bien aparentado descuido sobre el papel.
Hola amiga! vaya abandono el mio verdad? me duele haberme estado perdiendo de estas terribles y malditas letras tuyas que tanto sacían a esa mente siniestra que guardo dentro... estraordinario, creo que ahora no se detendrá...
Estimado Leonardo, créame que es un halago viniendo de ud esas declaraciones...literarias.
Lo que loterófilo no sabe (le agradezo los buenos deseos) es que UD y yo estamos haciendo una antología, que ud es mi colaborador literario y que conozco de cerca sus escribios y me place ser lectora de ellos. Admirables.
Mi Estilo? Gracias! Este es un cuento malo. Lo admito, pero creáme que sus palabras le dan un tono distinto. Gracias inmensas y besos...donde ud más guste! ejemmm
;)
Uff... Bello, muy bello como escribes.
Los paseos por tu blog, son verdaderamente gratificantes.
Un abrazo.
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