el dedo
El alcohol había hecho de las suyas, mi esposa y yo tomamos más de lo debido y al llegar a casa empecé a sentirme bastante mal. Ella no, estaba ansiosa por terminar la noche saciando alguna de sus locas fantasías. No estaba muy dispuesto, pero nos desnudamos. En medio de todo pensé en detenerme e irme al hospital, pero Luisa no me daba tregua, hasta que definitivamente no pude más. Me levanté como una bestia que sólo puede seguir su instinto y llegué nauseando hasta el baño. Todo mi asqueroso interior había quedado como rastro, entre otras cosas, sobre el sostén rojo de Luisa, la alfombra fina del cuarto y el cordón negrísimo de mi zapato izquierdo.
Por unos minutos no escuché nada más que mis propios arcazos y así, desnudo, de rodillas, con mi rostro casi dentro del inodoro sentí de pronto el dedo rígido y larguirucho de Luisa dentro de mi ano sudoroso. ¡Experiencia deliciosamente tortuosa, inimaginable y de una insolencia casi obtusa! Sentí la mayor explosión del mundo. Y desde esa noche, como animal humillado por el placer más oscuro, recordé de inmediato por qué jamás la había amado.
6 comentarios:
Ta hardcore este cuento, abstracto pese a que no lo entendí me gustó mucho.
juas!
por eso es lo que uno le tienen miedo de llegar a los 41 años... capaz que te gusta y aplicas la frase de "a los 40 se empieza a vivir"
Cuando me pasaste este cuento por el talk, ya sabes lo que opine, y además nos lleva a una temática dificil, la gente que por sociedad, religión o lo que sea no "sale de el closet" y wow, de ahí en adelante podemos disparar la discusión.
Gran texto como siempre, y la forma en que nació,. bastante bueno como ejercicio literario.
Saludos desde mi hora mas oscura.
muy bueno.
siempre voy a seguir viniendo a sentir lo mismo.
o parecido...
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