lunes, septiembre 22, 2008

En Cabo Blanco

Desempolvando algunos archivos en mi computadora, me encontré con este pequeño relato sobre un viaje que realicé con dos de mis mejores amigos a San Miguel de la Reserva Nacional Absoluta Cabo Blanco. Este viaje lo hicimos al cumplir ocho años de haber ido por primera vez. Fue ahí donde hicimos nuestra práctica para optar por el técnico medio en Ecología cuando estábamos terminando la secundaría. Ya cumplimos 11 años de haber ido esa primera vez y 3 desde que escribí este relato.


Es tan bueno recordar quienes hemos sido! Nos ayuda a saber quiénes somos.



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La Flaca estaba triste, Jose tenía auto y yo necesitaba vacaciones. Las excusas eran perfectas, por eso este julio fuimos a Cabo Blanco. Por poco no voy. Las ocupaciones y las rutinas suelen apresarme en esos días del año. En realidad casi todo el año me siento presa de las ocupaciones. Pero era lo justo y en medio de notas y ensayos preparé la mochila y me fui a Cabo Blanco.


En San Ramón la primera parada. El autobús llegó a las tres de la tarde y con él las inseparables amigas del colegio. Los años parecían no pasar por La Flaca. Mientras en el supermercado buscábamos revistas para el camino, Jose justificaba por teléfono su tardanza.


Al cabo de dos hamburguesas y unas cuantas tiendas por fin llegó Jose, tan loco y jocoso como siempre. Y en hora y media, por fin en Puntarenas. En el Ferry recordamos nuestra adolescencia y entre risas y alegría llegamos a Paquera. Sentíamos una inexplicable felicidad. Hacía tanto tiempo no compartíamos momentos, la rapidez de un auto, la nostalgia en canciones perdidas, las frases de amistad que alguna vez prodigamos. Ahora todo volvía a ser como antes.


Cuando llegamos a Tambor nos decidimos por un hotel barato. La Flaca se puso su enagua diminuta y nos fuimos de “fiesta”. Poco nos importaban las miradas lugareñas. ¿Qué más daba bailar juntas mientras Jose bebía unas cervezas? Qué más daba, si éramos tres desconocidos y la libertad nos llegaba como ola efervescente.

A las 9:30 de la mañana llegamos a Cóbano. Desayunamos “Pinto” con huevo mientras hacíamos la cuenta de los gastos…


Ya en Mal País, sólo quedaban 3 kilómetros para llegar a Cabo Blanco, a nuestro San Miguel de Cabo Blanco. Aquel que hacía tantos años habíamos dejado atrás.

Mal País huele a peces, a sal, pero Cabo Blanco huele a paz, huele a nostalgia divina. Nuestro regocijo fue extremo. Aún estaba la casita verde del guarda parque y las olas violentas del mar. La casa grande igual a como la dejamos… los camarotes, las ventanas enormes y la brisa intensa que después de tanto tiempo nos hizo pensar en la belleza de la soledad.


Y ahí estábamos los tres. La Flaca, triste, Jose, el mismo y yo con tantos sueños rotos. Los tres… los mismos tres que hacía 8 años llegaron con cientos de ilusiones, con tantos temores adolescentes, con esa extraña incertidumbre por el fututo.


Aquella primera vez en Cabo Blanco fuimos tan felices, en medio de gigantescos árboles de Pochote, en medio de las músicas salvajes y cascadas verdes.


La Flaca y yo corrimos a la playa… la vi tan simple, tan dulce. Le pregunté si estaba triste y ella amplió la mirada con una enorme sonrisa:


-No Marce, aquí no puedo estar triste… Pero ya no podemos seguir siendo los de antes.


Solté a llorar como no lo hacía en 8 años. Comprendí que ahora teníamos sueños diferentes, pasos distintos, besos ansiados, rutinas necesarias.


La última noche cominos y bebimos como cosacos y luego de fotos y risas, de una noche loca y una madrugada de olas agitadas, nos despedimos de Cabo Blanco.


Quizás dentro de otros 8 años volvamos y ya no seamos estos. Quizás La Flaca ya no esté triste y Jose sea médico. Tal vez yo tenga menos ganas de llorar y más tiempo para hacerlo.


7 comentarios:

Amorexia. dijo...

Muy grande! muy bueno! fijo una experiencia maravillosa. Yo recuerdo aún la ida al Chirripo, a Tarbaca, a Sacramento, y el viaje por C.A. que en su momento hicimos con mochilas unos amigos y yo. deberíamos acaso repetirlo ? La verdad me da miedo darme cuenta de que ya no soy yo.

Saludos amiga desde mi extraño país.

La Morada dijo...

Puña, casi termino llorando yo o_O

Con ese relato me dieron unas ganas de visitar Cabo Blanco, no seas bárbaro!!

Saluditos Marce!!

Methos dijo...

Todos tenemos un lugar así de especial al que queremos volver. El mío es Playa Grande. El problema es que este lugar sí ha cambiado demasiado... y todo pinta a que seguirá siendo destruido.

Palas dijo...

ufffff no sabes que recuerdos has removido...

muy buen relato...


espero el relato de esos proximos 8 años... la verdad que si...

Cristina VR dijo...

Qué bueno ir a mochilear jaja!!! :D :D

Saludos Marce ;)

Melcocha dijo...

que hijuepuña!! igualito a eso que sentimos mis amigos y yo cada vez que subimos cerca del volcan irazu. que dolorosamente dulce!!

Adrián Solís Rojas dijo...

Pasa todo pasa...

Ya no habrá más Jacó para mí.

Y por supuesto ni el J, ni el W, ni el F ni A somos los mismos, ni yo.

Saludos, luego de tanto tiempo.