lunes, abril 23, 2012

Veneno.



El hombre está cubierto de sangre,


pero no es la sangre viscosa la que golpea sus arterias,

es algo así como la vergüenza de una lujuria malsana

que busca lo que ya no encuentra en el brazo de una cítara,

en la corona de una reina

o en el pistilo enrojecido de una víbora.



Algo pasa,

y entonces las aguas inician un canto amargo,


una lucha intermedia entre la rutina del hombre 
y la fragancia de un nuevo perfume.




Solo el tiempo dirá
dónde irá su veneno a desembarcar.

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