lunes, enero 21, 2008

El grito

Yo no sé cómo no me atreví... lo tenía en la punta de la lengua... me estaba estrangulando y ¡nada! No lo solté... quise decirle que lo amaba... pero me daba asco. Quise decirle que recordaba sus caricias como espinas dolorosas y que, en lugar de besos, sentía culpa.

Percibí la sangre hervida y en la mente un placer funesto, degradante, asfixiante, molesto.

Quise decirle que aquella tarde, los tres juntos, había sido inolvidable, traté de expresarle mis ansias de volver al carrusel... pero tuve miedo: ¡de pronto!... la agonía, un metal duro que vibraba en mis adentros... una grieta... un desgarre y mi grito, ahogado, inexistente. Una lágrima...

Quise desplomarme para siempre, olvidarme de mi nombre, de la foto de mi madre, de mi dolor, de mi sangre... pero me invadió un miedo horrible... pude mirarlo... tenía los mismos ojos, los mismos rasgos, la misma sonrisa que me había heredado. Luego el llanto... y en sus manos mi inocencia perdida.

4 comentarios:

Amorexia. dijo...

Terrible relato de la perdida de la inocencia, que repta, se adhiere, se aferra mientras el maldito como metal se atreve a llevarselo arrancado. Terrible! Nefasto! Hasta a mi me parecio mucho! demasiado bueno!

Nigger dijo...

estuvo rudo el relato...

Adrián Solís Rojas dijo...

Duro, muy duro.

Ya al fin rendí honor al reto que me dejó, señorita.

Warren/Literófilo dijo...

Vacilon amiga, me gusta me gusta ajujaaaa